Una carta del pastor Johnny ...

1986 fue un año increíble para mí. Hasta ese momento de mi vida había vivido por mí mismo, y todas las cosas que este mundo eleva como significativas. El alcohol, las drogas y la búsqueda de placer eran mis prioridades. Esto llevaría al embarazo no planeado de mi novia con la que me casaría el 31 de mayo de 1986 con cuatro meses de embarazo. Eso resultaría en el nacimiento de la primera de nuestras cuatro hijas en octubre de ese año. Un mes antes, conseguiría un trabajo que proporcionaría a esta familia prometedora en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles. Y un mes antes de eso, experimentaría la experiencia más impactante de mi vida. Como una piedra arrojada a un lago, esta decisión afectaría mi vida en la medida en que afectaría y ha afectado todos los aspectos de mi vida.
En agosto de 1986, mi tía nos invitaría a mi esposa de tres meses, Roxanne y a mí, a El Buen Samaritano, una iglesia pentecostal en Wilmington, California. El mensaje se difundiría, se haría un llamado al altar y me encontraría arrodillado junto a mi nueva Esposa, orando para recibir a Jesucristo como Señor y Salvador.
A partir de ese momento, mi vida nunca volvería a ser la misma. Mis ojos se abrirían a un reino espiritual que ni siquiera sabía que existía. Soy el ciego de Juan capítulo 9. Desde entonces, el Señor me ha llevado a un viaje más allá de la fe. Siento que estoy montando una ola hacia la orilla de la gloria de Dios y aún no he llegado a la cima. Que Dios me ha llamado a servir en el ministerio y me está usando para afectar la vida de las personas por la eternidad es algo increíble para mí. Le he entregado mi vida y le serviré mientras él me lo permita.
Dios ha bendecido a Roxanne y a mí, ahora casados por más de treinta y cuatro años en 2020 con un matrimonio maravilloso. Mi matrimonio es, con mucho, mi posesión terrenal más preciada. Dios nos ha prestado cuatro hermosas hijas: Justine, Jocelynn, Jazmine y Jamie. Nuestro primogénito nos ha dado a nuestros dos primeros nietos Isabella y Kai. Espero ver a nuestras niñas seguir creciendo a medida que llegan a lo suyo y hacen de Cristo su prioridad número uno.
Ore por nosotros ya que estaremos orando por todos los que se unan a nosotros para servir a nuestro Señor y Salvador Jesucristo hasta que regresemos a casa para estar con Él.

Ágape, en Cristo
Pastor Johnny Treviño